Bievenidos a 2 Cuaimas y 1 Bicho, espacio que no pretende darle solución mágica a los males que surgen en la cama, pero sí arrojar luces sobre un tema que pocos hablan, pero todos conocen.

martes, 12 de octubre de 2010

“Mi novia me cayó a golpes tras sospechar que le era infiel”

“Tengo dos años de relación con una chama muy temperamental. En todo ese tiempo hemos peleado, terminado y vuelto una y otra vez, es todo un círculo vicioso. Aunque habíamos intercambiado palabras pesadas, esta vez se extralimitó, pues me cayó a golpes por sospechar que le era infiel”. Así lo escribió al correo electrónico 2cuaimas1bicho@diariolaregion.net Maicol G., de 23 años de edad, quien desea saber si esa conducta es normal.


Anaconda

Normal es que tu pareja te haga feliz; que eventualmente discutan porque tienen diferentes puntos de vista con respecto a un mismo tema, pero que lo solucionen; y si se trata de algo irreconciliable, entonces cada quien tome su camino.


Terminar una relación siempre va a ser difícil, por muy dañada que esté, pero de allí a que tu te dejes pegar (o si fuera al revés el caso), es tocar fondo, llegar a un punto que no tiene retorno a menos que rompas vínculos.


El solo hecho de alzar la mano es una falta de respeto, que habla de la transgresión de los límites. Tú escribes que ella es temperamental, como para justificar subacción, pero la violencia nunca, bajo ninguna circunstancia, debe ser aceptada; pues como dicen por allí, cuando perdonas la primera, lo que te viene es candela.


Si dejas pasar ese ataque de ira, el comportamiento se 

repetirá cada vez con mayor frecuencia, y en alguno de esos episodios tú podrías reaccionar defendiéndote y tener un desenlace nada alentador.

No es normal que una mujer le pegue a un hombre, ni viceversa, así que o acuden a una terapia de pareja; o te alejas y dejas la experiencia como un precedente para que más nunca te vuelva a ocurrir.


Boa Constrictor


“Cuando se pierde el respeto, ya no hay nada que recuperar”, diría mi madre en este caso. Los golpes y la violencia no tiene justificación bajo ningún motivo ni circunstancia alguna, el respeto es fundamental en una relación no solo de pareja sino en cualquier relación, así que deja de justificar a tu cuaima. 


Como mujer es muy poco lo que puede valer ella, si de plan la única manera para hacerte pagar los cachos y que te sientas el peor hombre del mundo es pegarte.


Es una cuestión de igualdad, no tiene derecho a ponerte una mano encima, así como tú tampoco puedes pegarle


Aunque no se sepa, de cada 50 mujeres que mueren por violencia de sus parejas, más o menos 10 hombres a manos de sus parejas femeninas, lo que lo pone en un escalofriante 20%.


Lo peor es que no hay ninguna ley que te ampare, pues por ser una estadística menor nadie hace caso al “macho domado y maltratado”.


Deja a esa mujer, nadie tiene derecho a faltarte ni a ponerte la mano encima. Date tu propio valor y aléjate de lo que te hace daño. 


Bicho

Hermano deje esa cuaima antes que termine como Satish Narayan, quien fue noticia esta semana en todo el mundo al morir luego que su esposa le quemara el pene porque sospechaba que la engañaba. 


Siempre he dicho que terminar una relación porque una de las partes -ella o él- es extremadamente celos@ y volver una y otra vez -tal como lo describes-, resulta peligroso, se cae en un círculo vicioso que generalmente termina en maltrato físico o verbal. 


Decirte que los insultos y golpes no se justifican, sería repetitivo, pues mis compañeras de columna se encargaron de ello. Desde mi punto de vista, la solución está en tus manos, olvidate que tu cuaima cambiará, que dejará de celarte o de protagonizar ataques de irá cuando no te reportes o llegues tarde, eso NO sucederá, no pierdas más tu tiempo con quien apela a la violencia para “solucionar” los rollos, a esa gente ni agua mi pana.    


Mientras personas como Maicol, víctimas de este tipo de violencia, sigan soportando agresiones físicas y verbales por parte de sus parejas, las cifras que citó Boa Constrictor, se mantendrán. 



Expert@

Hablar de hombres maltratados y mujeres agresoras suena extraño, casi erróneo. No en vano, la palabra víctima es un vocablo femenino sin equivalente masculino y la sociedad lleva mucho tiempo escuchando que el hombre es el agresor y la mujer, la maltratada.


Lo cierto es que esta respuesta resulta lógica si se tiene en cuenta que la violencia contra los hombres no sólo disfruta de muy poca cobertura mediática sino que suele ser obviada en los numerosos estudios que abordan este tema. Es lo que la psicóloga norteamericana Judith Servin ha definido como la “conspiración del silencio”. “Es un termino del que no se habla porque es políticamente incorrecto, porque es tabú y porque hay una ´industria del maltrato´ que mueve miles de millones de euros y que utiliza a la mujer como mercancía política”, afirma el psicólogo y sexólogo canario Eloy Rodríguez, premio Nacional del Ministerio de Asuntos Sociales. Hace 14 años llegó a su consulta un hombre maltratado. Le venía rebotado de otro especialista que no quería tratarlo. Desde entonces ha tenido varios casos.


“No podemos hablar de una proporción significativa de hombres maltratados porque las estadísticas demuestran lo contrario”, afirma Montserrat Comas, magistrada, vocal del Consejo General del Poder Judicial y presidenta del Observatorio de Violencia Doméstica. Sin embargo, aunque las cifras no se acercan a las de las mujeres, los datos oficiales tampoco son muy alentadores. Según el Instituto de la Mujer – que contabiliza todos los casos de violencia doméstica- entre 2002 y 2004 murieron en nuestro país 41 hombres a manos de sus parejas, mientras 26.595 interpusieron denuncias por malos tratos producidos por la pareja o ex pareja. Con estos datos en la mano, las interpretaciones son diversas. Según Tina Alarcón, expresidenta de la Federación de Asociaciones de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales, “se trata de un tema muy minoritario. Existen casos de mujeres que utilizan la violencia para defenderse y casos de hombres muertos a manos de sus parejas por otros motivos que no estarían dentro de un cuadro de violencia doméstica”. Así pues, mientras unos expertos aseguran que se trata de un colectivo invisible, un grupo radical de mujeres divorciadas se escudan en la legítima defensa. En el fondo de la cuestión subyace el estereotipo cultural, defendido por unos y criticado por otros, según el cual la mujer no es tan violenta como el hombre.

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