Bievenidos a 2 Cuaimas y 1 Bicho, espacio que no pretende darle solución mágica a los males que surgen en la cama, pero sí arrojar luces sobre un tema que pocos hablan, pero todos conocen.

martes, 8 de febrero de 2011

“Vivo bajo la filosofía de la flexibilización de los cachos”

“La primera vez que fui víctima de la infidelidad, casi me suicido, pasé por toda una etapa depresiva que poco a poco fui superando. Pasé mucho tiempo sola, antes de iniciar otra relación y recuperar mi lastimada confianza. Sin embargo, esta vez fui yo quien se sintió tentada y me lancé mi canita al aire, y comprendí que no era nada del otro mundo; pues seguí con mi chico y me siento feliz ¿Es eso normal o acaso me convertí en un monstruo sin sentimientos? Así lo escribió al correo electrónico 2cuaimas1bicho@diariolaregion.net  quien por obvias razones identificaremos con un nombre ficticio, Petra Querales, quien desea una opinión ajena a su prejuicioso entorno.


Anaconda

No sé si está de moda, la especie humana ha evolucionado, estamos en un estado de letargo en el cual a nadie parece importarle nada, hay un miedo a la soledad que paraliza o no hay suficientes hombres para tantas mujeres; pero la verdad es que cada día son más las cuaimas que cuentan con normalidad la indiscreción de su macho; y más anécdotas hay de las “canitas al aire” de ellas.


Un monstruo no eres, simplemente descubriste tu neurona masculina, la cual se activó al ver a un tipo probablemente más encantador que el que tienes al lado (no sólo físicamente, sino que te llena de mimos que el tuyo te pichirrea), y decidiste cambiar el menú, y dejar un día el pollo para probar el lomito.


Según lo que relatas, eso no afectó tu relación “oficial”, así que te felicito porque no te enrrollaste, el punto es ¿Cuánto tardarás en involucrarte con ese otro pana?, ¿Es posible que llegue a hacer interferencia en tu estabilidad? Si la respuesta es no, pues sigue disfrutando de ese placer pecaminoso que sólo tú debes conocer, precisamente para que no seas víctima de señalamientos en una sociedad hipócrita en la cual un hombre con muchas mujeres es un héroe, pero una mujer con doble “frente” es una bicha.


Aunque en “anaconalandia” existe la fidelidad y si no estás conforme con una relación simplemente debes abandonarla y arriesgarte a vivir otras cosas, con todo lo bueno y malo que eso conlleve, tantas historias de deslealtad en mi entorno me hacen pensar que efectivamente existe una flexibilización de los cachos. Si a ti te va bien, y aseguras que no dañaste a nadie con tu “canita al aire”, te otorgo una estrellita dorada, pues generalmente esas historias no tienen final feliz; pero tú aparentemente lo lograste y saliste ilesa. Sin embargo, cuídate, porque estudios científicos dicen que hombre que se respeta no perdona cacho (y mucho menos aguanta el chalequeo de los panas).


Boa Constrictor 

Cada día más se cumple aquel refrán popular que reza “amor sin cachos es como jardín sin flores” y con tu caso se me viene de inmediato a la mente la historia de una cuaima amiga que comentaba que la esposa de su “novio”, encontró un mensaje bien amoroso de ella en el teléfono celular del “bicho compartido” en cuestión, y la respuesta de la esposa fue una linda nota de papel en el espejo que decía: “Es hora que controles a tu muchachita”. 


No me digas que eso no es flexibilización de los cachos porque que la esposa legal, esa que le lava la ropa, que le cuida los hijos y es la perfecta ama de casa legalísima no va a armar el lío del año al encontrar un mensajito, pues no se qué otra cosa pueda ser.


He escuchado miles de mujeres que son la novia legal o la esposa que tienen la terrible creencia que “yo soy la legal y las otras son solo eso, otras”.  Pues déjame decirte que nada más lejano a la realidad, no vaya a ser que tu bicho sea triple cómodo y la “otra” esté gozando y gozando hasta ignorando que tu existe.


Pues mi amiga, que ya cuenta unos añitos siendo el cacho del “esposo perfecto” vive un completo idilio de amor y es feliz sin tener que lavarle la ropa a su bicho haciéndolo feliz a su manera.


Si en tu caso la venganza fue el remedio a esa tortuosa montadera de cuernos, pues bien por ti. Pero cuidado si no te sale peor el remedio que la enfermedad.


Bicho 

A Boa y Anaconda lo único que le falta gritar hoy es: ¡VIVA la flexibilización de los cachos!, lo que no está mal si esa “flexibilización” es mutua, es decir, que ellas -todas las cuaimas- acepten así de light el hecho de que su pareja, novio u esposo les ponga los cuernos. 


Por siglos se han hecho las víctimas. Si se tuviera que escoger la frase más utilizada por las pobres y maltratadas mujeres, sería: “ese desgraciado me fue infiel”, (con puchero y lágrimas de cocodrilo incluidas).


Pero la realidad es otra. La cuaimas siempre, desde los egipcios hasta nuestros días, han sido igual en lo que respecta a la infidelidad. La diferencia es que el costo social de una mujer infiel es muy alto, lo que las obliga a cuidarse de ser atrapadas. Quizás por eso cuando una chica lo hace el crimen es casi perfecto: no hay cuerpo del delito por ninguna parte, mientras que cuando nosotros ponemos los cuernos, las pistas son tan evidentes que hasta un ciego las podría encontrar.


Lo que si es cierto es que ellas, antes de tener una aventura, suelen considerar si su relación - sea matrimonial o noviazgo- le satisface, por lo que seguramente el novio de Petra no le está dando lo que ella necesita. Reprochar a Petrica por echar una canita al aire es tan inútil como hipócrita. El que esté libre de pecados que lance la primera piedra.


Experto

De acuerdo con Walter Riso, psicólogo clínico y autor de varios libros sobre el tema de la relación de pareja, existe un factor hereditario que condiciona a hombres y mujeres para ser infieles. “Aunque la idea de una infidelidad biológicamente transmitida está en discusión, cada vez más los datos tienden a apoyarla”, señala en su obra La fidelidad es mucho más que amor (Jugando con fuego). 


Entre otras investigaciones, el autor cita una que asocia el tamaño de los testículos con la propensión a la infidelidad. Es decir, a más centímetros cúbicos, más promiscuidad. 


Aquino considera forzados tales argumentos: “No existe condicionamiento genético para la monogamia ni para la poligamia. De manera que la fidelidad es una decisión y una convención social”, sostiene. Es preciso señalar que sí existe una predisposición a la promiscuidad determinada por los patrones de la crianza, la cultura y la personalidad que, a su vez, es producto de factores genéticos, psicológicos y sociales. 


Manuel Juárez, director del ministerio católico Matrimonios en Victoria, observa el fenómeno desde un ángulo distinto y afirma que “la fidelidad es espiritual y la infidelidad, carnal”. Para el consejero, la infidelidad no se circunscribe al hecho de tener relaciones sexuales con otra persona. “Se traiciona a la pareja desde el momento en que no se guardan las intimidades y se cuentan a terceros”, comenta. 


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